El Gran Secreto de la Santa Muerte - стр. 2
En México, la civilización azteca, reconoce el ciclo de la vida humana representada por dos deidades: Mictlantecuhtli y mictlancícuatl, el Señor y la Señora del Mictlán, a las que iban a parar los muertos comunes después de una travesía considerada larga y difícil. Su templo se encontraba en el centro ceremonial de la antigua ciudad de México-Tenochtitlan. Su nombre era Tlalxico, que significa “ombligo de la tierra”.
Para poder presentarse ante el Señor y Señora de la muerte había que pasar numerosos obstáculos; apartarse de piedras que chocan entre sí, atravesar desiertos y colinas, una amenaza en forma de cocodrilo llamado Xochitonal, vientos que traían filosas piedras de obsidiana, y un caudaloso río que al muerto le costaba atravesar, y pedía la ayuda de un perro que era sacrificado el mismo día de su funeral (Xoloitzcuintle).
Algunas de estas creencias prehispánicas aún están latentes en la cultura popular mexicana, como el día 2 de noviembre o día de muertos, cuando se festeja el día de los antepasados difuntos, y la idea de recordar a los muertos con alegría como ellos vivieron en vida y no con la tristeza y pena de su muerte; siendo muy popular llevar música para bailar en los entierros y alegrar su partida. Puesto que se ve a la muerte como un ser sufriente que se encarga de un trabajo penoso, al cual se le dio un gran poder pero una grande carga que nadie ve.
Existían otras representaciones de la muerte entre los mexicanos; el tzompali, “hilera de cráneos”. No era otra cosa que barras de madera en donde se ensartaban cráneos y con las que se formaban grandes hileras, como en los ábacos. Se encontraban en los grandes templos del México antiguo y eran considerados parte importante del culto a la muerte. También se podía representar la muerte ya sea en figuras de calaveras talladas en piedra, en barro o bellamente pintadas. Aparecieron calaveras humanas adornadas con pedernales y con conchas en lugar de ojos. Los entendidos no se han puesto de acuerdo acerca del significado de estas calaveras, pero suponen que serían una ofrenda a los señores de la muerte. También aparecieron rastros de la muerte descarnada, adornos de la diosa Coatlicue, las ofrendas en incensarios rituales, y figuras de todo tipo y tamaño.
Ello indica que existía un culto muy fuerte hacia la muerte entre los antiguos mexicanos. También entre los mayas, los tarascos o los totonacas, que también fueron devotos de la muerte.
Y llegaron los españoles, se pensó que todo el culto a la muerte iba a quedar en el olvido, pero no fue así. Mictlantecuhtli y Mictlantecuhatl (sobre todo esta última) permanecieron ocultos y muchos de sus devotos los siguieron
Según el arqueólogo Carlos Navarrete, en su estudio sobre la Santa Muerte explica que la devoción popular podría haber nacido como producto del sincretismo entre una deidad cristiana relacionada con la muerte y san Pascual Bailón, personaje del santoral católico y las ánimas solas.
La conquista española se impuso a sangre y fuego sobre los pueblos originarios de México, pero hubo otra conquista, la espiritual, que fue la destrucción total de las divinidades que conformaban la cultura indígena. Sin embargo y a pesar de todos sus esfuerzos, dentro del catolicismo aún quedaron algunos rastros de la religión antigua y por tanto el culto a la Santa Muerte es parte de ese pasado remoto.